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Vintage Vogue
Escrito por María José Pérez Méndez Desde que en el siglo XX se popularizasen y poco a poco se diluyese esa asociación con la rebeldía para dar paso a la más absoluta de las democratizaciones, los vaqueros han formado y forman parte de cualquier fondo de armario que se precie. Lógico, teniendo en cuenta que su versatilidad es solamente equiparable a la de una camiseta blanca, y quizás ni siquiera eso. Por eso, porque junto a la mencionada camiseta forma el combo más imbatible del mundo, porque existen mil y una declinaciones alejadas del pitillo, lo cierto es que tenemos claro que, como buena parte de la población, #VogueLovesDenim. Y porque lo amamos y lo usamos, es justo y necesario hablar de un fenómeno que está viviendo: el foco de atención está en el bajo.
No resultará especialmente sorprendente a poco que se haya echado un vistazo a las imágenes de street style, o incluso que se haya realizado una sesión (física o virtual) de compras. Tras el debate suscitado por la altura del tiro (del alto de los 80 y 90 a la bajísima cadera de los 2000 y vuelta a empezar) y, por supuesto, por la variación de los patrones (no vamos a volver a incidir, pero basta con recordar los que se llevaban en los 70, 90 y 2000 para comprobar que hubo vida antes del pitillo –y volverá a haberla–), lo que verdaderamente importa ahora es el bajo de los jeans.
Puede que buena parte del mérito que también es culpa pueda atribuirse al trabajo de Vetements y sus archiconocidos vaqueros a más de mil dólares la pieza: nunca unos retales reconstruidos suscitaron tanto deseo entre los insiders. O, más concretamente, la forma que estos adoptaron.
Sí, si se le pide a alguien que imagine unos vaqueros Vetements, es más que probable que lo primero que se dibuje en su mente sea ese bajo irregular y un poco deshilachado. Así, con un gesto tan sencillo como polémico (el número de artículos que los catalogaron como “jeans mal cortados” tiende a infinito) una de las firmas que dicta la novedad cada temporada consiguió renovar, una vez más, el básico entre los básicos.
Tras esto, la concatenación de rotos, hilos y cortes asimétricos estaba más que garantizada, aunque no todo queda ahí: como si de las mangas de la Edad Media se tratase, los bajos atesoran toda la fantasía. Y ya se sabe que la fantasía o pide contrapuntos estéticos o redundancias; vamos, que los zapatos son los que cumplirán una u otra función, pero en ningún caso quedarán al azar.
Teniendo la premisa clara, es momento de descubrir cuáles son los bajos más populares y con qué zapatos hay que llevarlos, claro.
Todos los creditos a Vogue España